El psicópata con poder está en su salsa. Su natural narcisismo le devuelve una y otra vez una imagen embellecida que justifica, en todo, su accionar; no hay resquicio, en su mente, para el error propio. Sin error no hay arrepentimiento y sin arrepentimiento no hay corrección del rumbo, sino persistencia. Su obrar psicopático se ajusta a sus códigos propios y lo hace impermeable e intolerante a las críticas. El que lo critica no es un adversario, sino un enemigo. El líder no psicópata adversario...