La maldad nos afecta a todos. Nadie sale indemne.Las víctimas padecen, los testigos —nos indignemos más o menos—, sufrimos sus consecuencias globales, y los victimarios han perdido, en mayor o menor medida, su conciencia moral y una parte de su humanidad, lo que no los hace menos humanos, pero sí más temibles.No se trata de atormentarnos por las infinitas desgracias del mundo sin poder sentirnos felices ante las maldades conocidas a diario. Pero en nuestra condición de testigos que no deseamos...