La mística parece un asunto del pasado, pero sigue ejerciendo una poderosa fascinación. Juan de la Cruz, Blake y Simone Weil suscitan admiración y asombro, pues su experiencia vital excede los límites establecidos por el pensamiento científico.Sus vivencias místicas podrían ser despachadas como simples fantasías o embustes, pero lo cierto es que transformaron sus vidas, actuando como punto de partida de una existencia particularmente fructífera. De orígenes judíos y escéptica en materia religiosa, Edith Stein decide convertirse al catolicismo tras una lectura febril del Libro de la vida de Teresa de Jesús. «Quién busca la verdad», escribe Stein, «busca a Dios, sea o no consciente de ello».No obstante, no todos los místicos creen en Dios. Bataille describe la experiencia religiosa como un éxtasis donde trascendemos nuestra dimensión individual, sumergiéndonos en la corriente del ser. Nihilista furibundo, Cioran exalta la Nada como liberación mística de una conciencia atormentada por el sentimiento de finitud. El místico siempre es un artista, un creador. Su voz nos permite ir más allá, revelándonos continentes que la razón no puede atisbar.
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