En La tumba del alacrán encontraremos relatos crudos y desgarradores, así como algunos plagados de humor negro. También leeremos cínicos relatos. Todos contados con el alma en la mano, tan así que en muchos nos sentiremos identificados, y quizá incómodos. Esa es la maestría de Eusebio Ruvalcaba —uno de los mejores cuentistas mexicanos—, lograr que un relato breve esté cargado de emociones y ocasione recuerdos y añoranzas.
A lo largo de Gusanos, Eusebio Ruvalcaba nos lleva a nuestro interior, a la odisea humana, que nos lacera, nos envuelve, nos fascina y desdeña día a día. Hace un delicado y rudo examen de nuestras almas, conciencias, vidas. Las deja desnudas, extenuadas y contra la pared. Ahí estamos como lo que somos: seres bellos, traviesos, sensuales, miserables, oscuros, malditos, ingratos, apasionados, sórdidos, que vagamos por este camino llamado vida humana.
Los perros del mal no perdonan. La vida, tampoco. sin tregua y en implacable cotidianidad nos muestra los afilados dientes, que muy despacio va encajando en nuestro sinsentido, desamparo, soledad, sordidez, al tiempo que cada uno de nosotros va puliendo sus propias garras para celebrar su propia ironía. Leer la vida desde estos cuentos de Eusebio Ruvalcaba es encontrarle sustancia a los acontecimientos habituales de una existencia cualquiera, que aquí se van retratando en su más pura realidad.
En esta fascinante obra, el autor nos lleva por un laberinto simultáneamente ajeno y perteneciente a todo ser humano: el arte a través de la música. Logramos ser testigos fieles y presenciales de hechos comunes y cotidianos de grandes creadores de la historia humana, entrando con sigilo y admiración en espacios de su intimidad. Este libro nos da esperanza, porque cuando la música es sublime, infunde de vida a quien la escucha.
Cuentos sobre la condición humana sin tapujos, que retratan lo bueno, lo malo y lo peor de los personaje, que en más de uno se verá reflejado el espectador. Todos, con un punto en común, el alcohol. Las narraciones breves tienen un grado de dificultad diferente de las novelas; ninguna es mejor que otra, pero no se puede negar que los cuentos, los buenos, son más atrayentes para un público más amplio, ya que en cuestión de minutos podemos disfrutar de historias completas y contundentes.