Nuestra cultura tiende a situar la «edad de la madurez» en un lugar de invisibilidad que poco a poco se desliza hacia la marginación. Vivimos una época en la que los cambios no piden permiso para instalarse y la realidad, que se impone independientemente a nuestros deseos, ha puesto en evidencia que ya no existen garantías de que se pueda recorrer la madurez de acuerdo a lo previsto y cumpliendo lo que la sociedad consideraba previsible.Son los tiempos de la «no juventud», que quedaron...