Ana era una niña tan distraída que un buen día, cuando salió a comprar pan para la cena, se encontró en un lugar que no conocía: Gadaliscorintia.Nevaba y ella no tenía paragotas ni resbalagua que la protegieran. Una familia, cuyos nombres eran Topolobampacracia, Altagarancarina y Consoligarinco, la acogió mientras tanto en su casa y no creyeron que pudiera llamarse como se llamaba: Ana.En ese mundo extraño, en el que todos vestían de color verde, tuvo que defender su nombre y su lugar de origen.
Sujetos cuyos conocimientos enciclopédicos los conducen a la cúspide y en seguida al abismo de sus biografías, hombres obsesionados con la idea de su muerte, profesores empeñados en enseñar de modos sumamente complicados materias sencillísimas, presidentes que quieren vender al mejor postor el país que gobiernan, personajes literarios que se salen de su papel y cometen locuras a diestra y siniestra. La imaginación de Francisco Hinojosa factura tramas tan impredecibles que en cada página sus...
Alguna vez tuve una empresa (yo era el jefe y tenía un solo empleado) dedicada únicamente a publicar una revista literaria. Una de las cosas que hacía con frecuencia era llenar cartas poder. En ese entonces salía a comparlas a la papelería, hasta que un día se me ocurrió capturarla en mi computadora y, cuando fuera necesario, imprimirla. Hacia fines del 2007, en un momento de ocio, releí ese documento que casi todos firmamos sin entender cabalmente los términos legales que contiene («excepciones...