Esta colección de once cuentos no tiene ningún propósito relacionado con las clases, el aprendizaje o las calificaciones. Sus historias tienen la peculiaridad de estar protagonizadas por jóvenes enamorados, nostálgicos o imaginativos. Jóvenes que (por alguna razón) están conectados. Eso está muy bien, pues no hay razón que justifique que los jóvenes no podemos ser los protagonistas de las historias que leemos. Es difícil conocer por qué Alberto escribió este libro. ¿Acaso quiere hacernos...