Un buen día, el ratoncito decidió salir de su casa, para ver mundo. Tras la experiencia de visitar la granja y la ciudad, aprendió que las apariencias engañan y, desde aquel día, fue mucho más precavido.
En el claro de un bosque, había una casita de tejas rojas, en la que vivían muy pobremente una mujer viuda y su hija. Las únicas pertenencias de las dos mujeres eran una vaca lechera llamada Sinforosa, y una gallina, de nombre Catalina.