Lo menos que se puede exigir es un ingenio para construir analogías, memoria elegante, un significativo arsenal de referencias no del todo estrafalarias, aunque sì de insospechado molde y, coronándolo todo, una lujuria educada por prosa. Hernán Bravo Varela conquistó esas virtudes desde su escritura juvenil. Ahora, con Malversaciones, nos entrega dieciocho ensayos de madurez temprana donde la alegría del muchacho y el desencanto de la experiencia se alternan y acarician hasta confundirse en un...