En estas memorias de infancia, Alicia Ortiz va detallando a cada habitante de su cuadra, casa por casa, con un lenguaje vivo, rico, gracioso, que rescata la niñez pero sin privarse de salpimentar el relato con una pizca de malicia nada infantil. La piedad por los miserables no le impide paladear la descripción de sus fantásticas fealdades, la rememoración de sus frases, cómicas o desgarradoras, la narración de sus desgracias o de sus tan escasas felicidades. El placer con que lo hace, visible,...